Mi único seguidor en un universo de likes perdidos
Era una de esas noches en las que el tiempo parece un chiste interno del universo: las horas avanzan, pero no hay progreso. En mi insomnio creativo, abrí la cuenta y me encontré con él, el único. Matt Foley. Mi único seguidor en esa vastedad cibernética que es X. Y ahí estaba él, con sus posts de dimensiones paralelas y bicicletas redentoras.
Matt Foley, aquel profeta de la ironía existencial, que combate al desánimo con citas de Andy Warhol y teorías del espacio-tiempo. Su biografía, una declaración de guerra al cinismo fácil: “Illegitimi non carborundum”. Una advertencia a los derrotados y los ánimos quebradizos. ¿Cómo no amar a alguien que responde a preguntas absurdas con el linaje de Van Gogh y Modigliani como bandera?
Pero, claro, Matt no es solo un hombre. Es un observatorio cultural, un eje que une dimensiones improbables: el arte acrílico y la ciencia cuántica, las pasiones abstractas y las bicicletas que salvarán al mundo. Dice cosas como: “La vida es un resort, y todos estamos aquí de vacaciones”, mientras observa, seguramente con un martini en la mano, cómo la entropía hace su danza lenta pero segura.
He pasado horas diseccionando sus publicaciones, como si fueran los manuscritos de un sabio excéntrico. “Los universos paralelos flotan fuera de nuestro alcance”, escribe un día. ¿Pero no es él mismo uno de esos universos? Uno donde las fiestas son eternas, los perros reciben rumores en lugar de galletas, y las bicicletas nos conducen a la redención, no solo ecológica, sino también espiritual.
¿Y qué decir de su arte? “Return of The Party Warriors”, una obra que imagino monumental, saturada de colores que gritan “cómeme la ansiedad”. Porque Matt no pinta cuadros; pinta ideas, estados de ánimo, universos encapsulados en lienzos que probablemente brillan en la oscuridad.
En un mundo donde el éxito digital se mide en seguidores, Matt Foley me recuerda que uno es suficiente. Porque no es un seguidor cualquiera; es un portal a otros mundos, un colisionador de hadrones de pensamientos surreales, un guerrero de la fiesta eterna. Y mientras el resto del mundo sigue con su carrera desenfrenada hacia la irrelevancia, yo me quedo aquí, en este rinconcito del internet, con Matt Foley como mi faro y mi refugio.
Gracias, Matt. Por estar allí, al otro lado de la pantalla, cuestionando las formas del espacio-tiempo y recordándonos que tal vez, solo tal vez, todo esto no sea más que unas vacaciones absurdas en el resort de la existencia.