Pastel, el arte que ensucia todo, menos el alma
Una exploración íntima de cómo este medio incomprendido logra ser un desastre hermoso
Hablemos del pastel, ese medio artístico que muchos subestiman y pocos entienden. Porque seamos honestos, para la mayoría, el pastel evoca recuerdos de la infancia: manos sucias, ropa arruinada y una mezcla de colores que acabó pareciendo un lodo abstracto en lugar de un dibujo decente. Pero, ¿y si te dijera que este «polvo rebelde» tiene una historia y un impacto tan glorioso como cualquier óleo venerado en los grandes museos?
Bienvenidos a esta reivindicación del pastel: el arte sin filtro, directo al alma.
El Origen del Polvo Glorioso
La pintura al pastel no es una moda pasajera ni un capricho moderno. Su historia se remonta al Renacimiento, cuando los artistas comenzaron a experimentar con pigmentos en polvo unidos por goma arábiga. Es decir, se las ingeniaron para capturar la esencia del color en su forma más pura. Fue Leonardo da Vinci quien, según algunos registros, exploró por primera vez el uso del pastel. Pero el verdadero salto lo dio Rosalba Carriera en el siglo XVIII. Esta artista italiana, famosa por sus retratos, elevó el pastel a un nivel de sofisticación que lo hizo popular entre la aristocracia europea. Sus obras son un despliegue de suavidad y delicadeza, capaces de rivalizar con cualquier pintura al óleo.
Si hablamos de pastel, no podemos ignorar a Edgar Degas. Este maestro francés transformó el medio en algo completamente nuevo. Sus bailarinas, tan llenas de movimiento y luz, son un testimonio de lo que el pastel puede lograr en manos de un genio. Pero Degas no estaba solo en esta cruzada. Aquí van algunos nombres que deberías conocer:
- Jean-Baptiste-Siméon Chardin: Este artista francés del siglo XVIII utilizó el pastel para sus retratos y bodegones, creando atmósferas llenas de profundidad y serenidad. Su obra «Retrato de un Hombre Viejo» demuestra cómo el pastel puede capturar la esencia de una persona con una sensibilidad insuperable.
- Mary Cassatt: Una de las grandes figuras del Impresionismo, Cassatt usó el pastel para explorar la intimidad de la vida doméstica. Sus retratos de madres e hijos tienen una calidez y una humanidad que pocas técnicas pueden igualar.
- Odilon Redon: Este simbolista francés llevó el pastel a territorios oníricos. Sus visiones surrealistas, llenas de colores vibrantes y formas abstractas, demostraron que el pastel no solo era adecuado para el realismo, sino también para la exploración de mundos imaginarios.
- Maurice Quentin de La Tour: Conocido como «el príncipe de los retratistas al pastel», este artista del siglo XVIII creó retratos de personajes ilustres, como Voltaire y Madame de Pompadour. Sus obras combinan un virtuosismo técnico con una vivacidad que pocos han igualado.
Pongamos las cartas sobre la mesa. El óleo tiene su pompa y gloria, la acuarela tiene su delicadeza, pero el pastel… el pastel es el outsider, el rebelde que no necesita barnices ni tiempos de secado interminables. Es el medio que va directo al grano, o mejor dicho, al pigmento.
El pastel no permite errores ni correcciones. Cada trazo es definitivo, un salto al vacío sin red. Esta inmediatez lo convierte en un medio crudo, honesto y brutalmente emocionante. Mientras el óleo puede ser comparado con una novela elaborada, el pastel es un poema intenso y visceral.
El Renacimiento del Pastel en la Era Moderna
Hoy en día, el pastel está viviendo un renacimiento silencioso. Artistas contemporáneos están llevando este medio a nuevas alturas, explorando su potencial para el hiperrealismo, la abstracción y todo lo que hay entre ambos extremos. Figuras como Daniel E. Greene y Margaret Dyer han demostrado que el pastel no solo es relevante, sino que está en la vanguardia del arte contemporáneo.
En un mundo que a menudo equipara el valor artístico con la complejidad técnica o la «durabilidad» de los materiales, el pastel es un recordatorio de que lo simple puede ser extraordinario. Su inmediatez, su intensidad y su capacidad para capturar la esencia del color lo convierten en un medio digno de admiración.
Así que, la próxima vez que veas una caja de pasteles, no la subestimes. Cógela, haz un desastre, y tal vez, solo tal vez, descubras que ese polvo rebelde tiene la magia para cambiar cómo ves el arte (y, por qué no, la vida).