Los 100 imprescindibles del arte español del siglo XX
Hay cosas que suenan bien en papel, como los viajes espaciales, la democracia o las dietas de lunes. Pero luego están las visitas a exposiciones de arte, ese gran invento moderno diseñado para hacernos sentir cultos mientras nos duelen los pies. Y en este terreno, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson ha elevado la experiencia al nivel de obra maestra, con su exposición “Arte español del siglo XX: De Picasso a Barceló”. Un título tan pomposo como prometedor, que haría sudar a cualquier aficionado al Trivial.
Imaginemos el montaje de esta exposición: un comité de expertos reunidos, discutiendo cómo hacer que Juan Gris y Miquel Barceló convivan en una misma sala sin que uno acabe por pintar encima del otro. «Coloquemos las obras por afinidades, no por cronología», dijo alguien, probablemente mientras señalaba una diapositiva con flechas de colores. La idea de que las obras se organicen según «su propio orden» es tan rebelde que incluso Picasso habría aplaudido… o quizá simplemente habría encendido otro cigarro.
El recorrido es un collage de momentos, estilos y artistas que abarcan desde el cubismo más geométrico hasta el conceptualismo que invita a preguntarse si la lámpara de Ikea de tu salón podría ser arte. Aquí está Salvador Dalí, por supuesto, con su obsesión por las bombas atómicas (¡qué ternura!), y Antonio López, demostrando que un membrillero puede ser tan épico como un dragón de Juego de Tronos.
Y cómo no mencionar a Jaume Plensa, cuyo ‘Julia‘ –esa cabeza gigantesca con los ojos cerrados en plena Plaza de Colón– parece la reacción perfecta a todo el tráfico de Madrid: cerrar los ojos y desear que pase rápido.
Pero lo realmente fascinante de esta exposición no son solo las obras, sino la historia de la familia Masaveu, coleccionistas de arte de cinco generaciones. Son como los Targaryen del arte español, con menos dragones pero más bodegones. Su afán por acumular belleza nos ha dejado con esta selección de cien obras, una colección tan impresionante como el precio del café en el centro de Madrid. Eso sí, aquí entrar es gratis (aunque gestionarlo cuesta 10 euros; ironías del capitalismo).
En resumen, si decides visitar esta muestra, prepárate para reírte de lo absurdo del mundo, reflexionar sobre la condición humana y, de paso, sentirte un poco más sabio. Porque si algo nos enseñan las vanguardias y el informalismo es que, al final, el arte no tiene sentido… y esa es precisamente su mayor virtud.