Lecciones de Van Gogh: qué aprender de los grandes maestros

Hablar de Van Gogh es como mirar fijamente el sol: año tras año te quedas más ciego, pero algo dentro de ti arde y no sabes si es pasión, gastritis o pura insensatez. Pocas vidas tan gloriosas y tan desastrosas a la vez; el tipo no podía vender ni una maldita pintura en su tiempo, pero ahora sus girasoles valen más que un riñón en el mercado negro. Entonces, ¿qué demonios podemos aprender de este hombre que se cortó una oreja y, contra toda lógica, se convirtió en un mito? Vamos por partes, como la oreja de Vincent.

Lección 1: Abraza tus demonios (o al menos invítales un café)

¿Sabes esa vocecita que te dice que no eres lo suficientemente bueno? La misma que te recuerda que dejaste las acuarelas para ir a comprar papas fritas y nunca volviste. Bueno, Van Gogh no solo la escuchó; le escribió cartas, la pintó en girasoles y hasta la invitó a dormir en su cuartucho amarillo. Este hombre vivía en una tormenta constante de dudas, tristeza y un poco de absenta (que probablemente era más barata que el agua). Pero aquí está la clave: transformó ese caos en arte. Lo hizo suyo.

Entonces, si sientes que te ahogas en tu neurosis, canalízala. Píntala, escríbela, baila con ella en el living de tu casa. Sí, es aterrador. Pero también es lo que te hará humano. O, al menos, te hará interesante.

Lección 2: Vive con intensidad (aunque sea en los pequeños detalles)

Van Gogh pintaba como quien se arranca espinas del alma: rápido, desesperado y sin mirar atrás. Hizo más de 900 cuadros en apenas 10 años. Nueve. Cientos. No sé ustedes, pero yo a veces tardo más en elegir una serie en Netflix.

Y sus temas no eran grandes gestas ni dioses en las nubes. No. Eran sillas vacías, campesinos cavando tierra y campos de trigo ondulando al viento como si estuvieran susurrando secretos. Si eso no es intensidad, no sé qué lo sea.

Así que tal vez no necesitas esperar a «ese momento perfecto» para crear. Tal vez solo necesitas mirar el vaso de café frente a ti y preguntarte: ¿y si este café fuera un universo?

Lección 3: El fracaso es relativo (y también irónico)

Van Gogh vendió un solo cuadro en vida. Uno. Y dicen que fue su hermano quien lo compró, lo que probablemente sea el equivalente del «like» de tu mejor amigo en Instagram. Pero, ¿qué importa? Vincent siguió pintando como si el éxito fuera irrelevante. O como si supiera que el verdadero éxito es sobrevivir a ti mismo.

La ironía es que ahora sus cuadros están en museos donde las masas hacen fila solo para sacar fotos que nunca mirarán otra vez. La única moraleja aquí es que no puedes controlar cómo el mundo percibirá tu arte. Así que, mejor, haz lo que amas. Hazlo mal, pero hazlo. El tiempo tiene su propio sentido del humor.

Lección 4: La autenticidad lo es todo (aunque te cueste una oreja)

A veces, para ser tú mismo necesitas arrancarte algo. En el caso de Van Gogh, fue una oreja. En tu caso, tal vez sea ese miedo paralizante al juicio ajeno o esa absurda necesidad de encajar.

Vincent nunca trató de ser nadie más que él mismo: un hombre que encontraba belleza en lo ordinario, que vivía al borde del colapso pero nunca dejó de crear. Su arte no era perfecto, pero sí honesto, y eso vale más que cualquier técnica impecable.

La carta que nunca escribí

Siempre he querido escribirle una carta a Vincent, algo como: “Querido Vincent, sí, eras un desastre, pero un desastre necesario. Gracias por recordarnos que el arte no tiene que salvar al mundo, solo tiene que salvarnos de nosotros mismos. PD: Espero que el cielo sea tan amarillo como lo pintaste”.

Pero luego recuerdo que, al final, Vincent ya lo sabía todo. Sus cartas a su hermano Theo eran un testamento de vida, arte y locura. Como si el hombre supiera que su verdadera obra no estaba solo en los lienzos, sino también en las palabras.

Sé un poco más Vincent

No te estoy diciendo que te cortes una oreja o que te sumerjas en la desesperación. Pero sí te digo esto: encuentra algo que amas tanto que estarías dispuesto a perderte en ello. Y luego hazlo, incluso si nadie lo entiende. Especialmente si nadie lo entiende.

El arte de Van Gogh no era para su tiempo, y tal vez el tuyo tampoco lo sea. Pero ¿qué importa? La vida es corta, y los girasoles no se pintan solos.

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