Free Bird: El solo de guitarra que duró más que tu última relación

¿Quién no ha tenido ese momento en un concierto en el que algún espontáneo grita: “¡FREE BIRD!”? Ese grito, que es ya una tradición más inexplicable que los calcetines perdidos en la lavadora, se ha convertido en el equivalente musical de pedirle al mago que saque un conejo del sombrero. Pero lo que muchos no saben es que este clásico de Lynyrd Skynyrd es más que una canción: es un testamento a la terquedad sureña, la guitarra infinita y, por supuesto, el sueño americano de ser libre… o al menos parecerlo.

Cuando Ronnie Van Zant y Allen Collins escribieron «Free Bird», probablemente no tenían idea de que estaban creando un monstruo. Según cuenta la leyenda, Ronnie decía que la canción tenía “demasiados acordes” como para escribirle una letra. Uno se imagina a Collins insistiendo con su guitarra mientras Ronnie, tirado en un sofá, mascullaba algo entre un bostezo y una queja sobre las notas imposibles. Pero, sorpresa, un día se levantó del sofá (metafóricamente hablando) y soltó esas palabras inmortales: “If I leave here tomorrow, would you still remember me?” Que quede claro, la musa no fue una revelación divina; fue Kathy Johns, la novia de Collins, quien, después de una pelea, hizo esa pregunta casi tan trascendental como «¿Qué quieres cenar?».

¿Y qué tal el final de la canción? El solo de guitarra, esa orgía musical que dura más que muchas relaciones modernas. Lo curioso es que, según la banda, el solo nació de pura necesidad práctica: Ronnie necesitaba descansar la voz en los bares llenos de humo donde tocaban. Así que mientras él se sentaba con una cerveza, el resto del grupo improvisaba lo que eventualmente se convertiría en ese icónico “jam” que ha inspirado a guitarristas y atormentado a bateristas durante décadas.

La canción fue lanzada en 1973, y la discográfica, en su infinita sabiduría, sugirió recortarla. Después de todo, ¿quién querría escuchar una balada de amor que muta en un ataque de guitarras de 9 minutos en la radio? Pero Lynyrd Skynyrd, fieles a su espíritu rebelde, dijeron: “Hell no!” Si vas a hacer una canción sobre ser libre, lo mínimo es no dejar que un ejecutivo con corbata te diga cómo hacerlo.

«Free Bird» se convirtió rápidamente en el himno no oficial del rock sureño, y en los conciertos se volvió el cierre obligado. Es casi irónico pensar que esta oda a la libertad se haya convertido en una especie de ritual inquebrantable: no importa qué pase, los fans siempre esperan que la toquen, como si fueran el único público en la historia del universo que gritó “¡FREE BIRD!”

Más allá de su grandeza musical, «Free Bird» también está rodeada de anécdotas que rozan lo absurdo. Bob Dylan, por ejemplo, decidió complacer a un fan que lo pidió a gritos en un concierto. ¿Resultado? Un fragmento instrumental que dejó al público tan confundido como emocionado. También está el hecho de que Ronnie Van Zant, en su infinita profecía, parecía saber que su tiempo era limitado. Decía que no viviría más allá de los 30, y cumplió su palabra, dejando este mundo a los 29 años en el trágico accidente aéreo que marcó el final de la formación original de la banda.

Casi 50 años después de su lanzamiento, «Free Bird» sigue siendo una de las canciones más tocadas, más pedidas y más malinterpretadas de la historia del rock. ¿Es una balada de amor? ¿Un manifiesto libertario? ¿O simplemente la excusa perfecta para lucirse con un solo de guitarra interminable? Quizá sea todas esas cosas.

Lo único seguro es que, cuando escuchas el clímax de esa maraña de guitarras, sientes que estás en el centro del universo, listo para alzar vuelo. Porque, al final, todos somos ese pájaro libre, al menos por un momento.

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