cuaderno de recortes artístico punk

Scrapbooking anárquico: un tributo a la rebeldía

Punk y tijeras: historias de retazos y sorpresas

Creedme, a veces siento que mi cabeza es un collage mal pegado en un cuaderno de recortes artístico, lleno de recortes de la reina Isabel II y grafitis que gritan “¡Anarchy in the U.K.!” en tinta roja. Sí, hablo de los Sex Pistols y de una extraña tarde de domingo en la que mi cerebro decidió mezclarlos con pegamento, fotografías borrosas y unas cuantas paranoias existenciales.

Estoy sentado en mi habitación, rodeado de tijeras oxidadas, manchas de pegamento y pósters amarillentos de la banda que escupía anarquía y caos en los setenta. Agito un viejo recorte de periódico con la cara de Johnny Rotten, que encontré en un mercadillo. Aún huele a moho, humo de cigarro y ego desmedido. Irónico, ¿verdad? Un olor perfectamente punk. Mientras busco información sobre técnicas de scrapbooking —y de paso me sumerjo en la historia de los Sex Pistols— descubro un dato curioso: la primera portada de su sencillo “Anarchy in the U.K.” se convirtió en un icono del collage subversivo. No era arte refinado; era rabia adolescente con ganas de escandalizar a la monarquía. Pero así nació ese estilo al que muchos llaman “DIY punk collage”.

Cuando tenía diez años, mi madre me regaló un cuaderno con hojas ásperas y me dijo: “Haz lo que quieras con él; algún día lo valorarás”. ¿Qué podía hacer un mocoso con un cuaderno y sin ningún sentido estético? Arrancar hojas de revistas y meterlas a lo bruto entre las páginas, como si fuera un Sid Vicious del pritt y las tijeras. Años después descubrí que el art journaling (o cuaderno de recortes artístico) podía combinar mi afición por lo grotesco y lo inconexo con la música estridente de mi adolescencia. Un diario personal con olor a pegamento viejo y riffs de guitarra desafinada.

Internet me revela un par de anécdotas suculentas de la banda para meterle más picante a mi collage mental. Malcolm McLaren, su mánager, vio en ellos un producto subversivo que podía venderse en su tienda de moda de Londres. Pura ironía: rebeldía hecha mercancía. Y luego está la corona por los suelos: “God Save the Queen” subió en las listas británicas pese a los boicots de radios y tiendas de discos. Para la prensa, eran el demonio con forma de canción pegadiza. Me hace gracia esa mezcla de caos y marketing descarado. Tal vez por eso me obsesiona inmortalizar escenas de su historia en mi cuaderno: recortes con la cara de Sid Vicious, recubierta de brillantina cutre y frases en rotulador gritando “No future”, todo bien pegado y salpicado de tinta negra. Un homenaje a la perversión del collage original.

La vida es un collage en un cuaderno de recortes artístico

Ayer, mientras buscaba un viejo boletín de fanáticos punks para añadirlo a mi cuaderno, me preparé un café que sabía a uña quemada y lechuga podrida. Quizá era la forma que tenía mi cafetera de decirme “¿Estás seguro de lo que haces?”. Me lo bebí con el mismo estoicismo con el que escucho “God Save the Queen”: el ceño fruncido y la certeza de que algo, en alguna parte, se está desmoronando. A veces pienso que la vida es un collage donde alguien, con muy mala leche, va recortando nuestras escenas favoritas y pegándolas sin orden ni concierto. Nos lo devuelve todo como un chiste mal contado. Y aquí sigo, intentando ser punk sin saber tocar la guitarra, en busca de rebeldía cada vez que recorto una revista al azar.

Hoy mi cuaderno de recortes artísticos late como un corazón hecho de cartón y pegamento. Me he puesto a añadir imágenes de conciertos caóticos de los Sex Pistols, mezcladas con flores secas (un detalle romántico y absurdo). Al fondo, he escrito con marcador: “La anarquía es una pintura descascarada que todo lo cubre”. Quizá suene pretencioso, pero me da igual. El scrapbooking me permite llevar lo surreal a lo palpable. Y si Sid Vicious estuviera vivo, quizá arrancaría mis fotos y se reiría de mi inocencia, preguntándome por qué, en pleno siglo XXI, sigo pegando papel como si fuera un ritual. Así es la cosa: la anarquía sabe más dulce cuando la rompes y la pegas a tu antojo.

He recopilado retazos de la historia de los Sex Pistols y los he mezclado con mis anécdotas de principiante en esto de recortar y pegar en un cuaderno de recortes artístico. El resultado es un caos casi poético: ironía, sarcasmo y un café de sabor dudoso. Si me preguntas qué he aprendido, te responderé con un encogimiento de hombros: la vida no es lineal, las mejores cosas surgen cuando arrancas un trozo de ti y lo reubicas en otra página. Y por mucho que me empeñe en el cinismo, siempre queda un hueco para la esperanza… aunque sea con la banda sonora rugiente de los Sex Pistols de fondo y el pegamento goteando en los dedos. ¡No future, pero sí muchas páginas por llenar!

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