“¿Esto lo ha pintado un niño?”: guía para enamorarte del arte abstracto
Una mujer se detiene frente a un cuadro en el museo.
Inclina la cabeza, frunce el ceño, resopla.
“Esto lo hago yo en cinco minutos.”
Y sigue caminando.
Lo hemos visto mil veces. Lo hemos pensado. Tal vez hasta lo hemos dicho. Porque el arte abstracto no siempre entra fácil. No tiene historia, ni caras, ni perspectiva. No representa “nada”. Pero también por eso —por ese vacío aparente— nos atrapa. Nos irrita. Nos descoloca.
Y si tú también estás a medio camino entre el escepticismo y la fascinación, este artículo es para ti. Porque el arte abstracto no se entiende. Se practica. Y cuanto antes te manches las manos, antes dejarás de buscar explicaciones.
¿Por qué nos cuesta tanto conectar con lo abstracto?
Porque nos han enseñado a buscar sentido. A identificar objetos, reconocer emociones, encontrar lógica. El arte figurativo te guía. El abstracto te lanza al abismo.
Pero eso no es un defecto. Es una invitación. A soltar el control. A sentir sin traducir. A pintar como si hablaras en un idioma que no conoce verbos, ni sustantivos, solo ritmo, textura, color.
Cuando Mark Rothko pintaba sus campos flotantes, no quería que “entendieras” el cuadro. Quería que te sentaras frente a él, en silencio, y lo sintieras. Por eso colocaba sus obras cerca del suelo, en salas cerradas, sin etiquetas. Para que te absorbieran. Para que dejaras de mirar y empezaras a habitar.
¿Pero cómo se empieza a pintar abstracto sin desesperarse?
Buena pregunta. Porque el arte abstracto no es hacer lo que te da la gana. No es “pintarrajear” sin pensar. Es buscar un lenguaje personal que no depende de la representación, sino de la energía, la intención, la composición.
Aquí van algunos consejos prácticos —probados en taller, manchados de acrílico y frustración— para que te lances al barro sin estrellarte:
1. Crea una paleta limitada
Menos es más. Elige 3 o 4 colores y explóralos a fondo. Usa blanco o negro con moderación. Si te excedes, el caos será real. Un buen punto de partida: tierra siena, azul índigo, blanco titanio y rojo óxido. (Puedes conseguirlos en formato acrílico de calidad media en Utrecht Art).
2. No empieces con un lienzo en blanco
El lienzo vacío impone. Prueba a pintar sobre una base de color neutro o sobre papel reciclado. O usa papeles con textura (como Fabriano Accademia 200g) que aceptan acrílico sin deformarse y dan riqueza al trazo.
3. Cambia de herramienta
Olvídate del pincel fino. Prueba con espátulas, trapos, cartón, incluso los dedos. El objetivo es explorar marcas, no controlar el resultado. ¿Quieres una espátula versátil para empezar? Echa un vistazo a esta de Princeton Catalyst.
4. Juega con la repetición
Crea una forma sencilla (círculos, líneas, manchas) y repítela con variaciones. Cambia el ritmo, el tamaño, la orientación. Busca patrones orgánicos, no simetría. La abstracción tiene mucho de música: repite un motivo hasta que lo deformes y te sorprenda.
5. Da permiso al error
Si estás esperando que “te quede bonito”, mejor no empieces. Habrá barro, capas feas, decisiones dudosas. Pero entre todo eso, algo auténtico emergerá. A veces, es solo una esquina. Un trazo. Un diálogo entre colores que no habías imaginado.
¿Y si no me dice nada?
Perfecto. Entonces pídele que no te diga nada. Pero observa cómo reacciona tu cuerpo. ¿Te molesta? ¿Te relaja? ¿Te aburre? Ese es el punto. El arte abstracto no tiene que explicarse. Tiene que hacerte algo. Si no te dice nada, tú dile algo a él. Píntalo. Táchalo. Responde con otro cuadro.
Algunos artistas que te inspiran (o te provocan)
- Helen Frankenthaler: acuarelas gigantes como mares filtrados por la luz. Pintaba con la tela en el suelo y dejaba que la pintura fluyera sola.
- Joan Mitchell: energía pura, brochazos con alma de tormenta, rabia y dulzura al mismo tiempo.
- Cy Twombly: garabatos y grafitis que parecen infantiles… hasta que te das cuenta de que están llenos de referencias clásicas.
- Zao Wou-Ki: la poesía del espacio vacío, con influencia de la caligrafía china y la pintura occidental.
Cierre: tu caos también es arte
El arte abstracto no es para entender. Es para entrar. Para empaparte de dudas, manchas, ritmos. Para descubrir que tu caos tiene forma. Que tu rabia tiene color. Que tu impulso también puede ser composición.
Así que la próxima vez que alguien diga “esto lo hace un niño”, sonríe. Y responde: “Ojalá pintara con esa libertad.”
Porque en el fondo, eso es lo que estás buscando: no hacerlo bien, sino hacerlo vivo.
¿Te atreves a probar?
Prepara tus materiales, pon música sin letra, apaga el juicio y empieza. Cuando termines, no preguntes “¿es bonito?”. Pregunta:
¿Está vivo?