Cuando el café se convierte en una excusa para ensuciar con elegancia

6 actividades artísticas que puedes hacer hoy para reducir el estrés

Hace un par de días, me sorprendí a mí mismo gritándole a un grano de arroz que no quería despegarse del plato. Sí, le grité a un grano de arroz. Uno solo. Creo que en ese instante supe con certeza que mi nivel de zen estaba por los suelos. Como diría Salvador Dalí entre bigotes y relojes derretidos: «No estoy loco, solo veo la realidad desde un ángulo distinto». Yo, en cambio, no veía ángulo alguno, solo un stress tan monumental como la cola del supermercado un domingo por la tarde.
Pero, para mi fortuna —y la tuya, si también has desarrollado la extraña afición de regañar carbohidratos— descubrí que hay ciertas actividades artísticas capaces de bajar revoluciones más rápido que Don Quijote corriendo tras molinos. Y no, no hay que ser Frida Kahlo para experimentarlas. Aquí van mis 5 recetas anti-estrés dignas de un Picasso con prisas.

Dibujar como si tu vida dependiera de ello (tranquilo, no es así)

¿Has notado que cada vez que estás al borde de un colapso existencial alguien te dice: ‘Haz algo creativo, te ayudará’? Como si el simple acto de agarrar un lápiz fuera la puerta mágica a la paz interior. Pero bueno, a veces funciona. Dibuja. No importa qué, puede ser tu gato, un café medio bebido o una versión surrealista de tu jefe convertido en cebolla. Nadie lo va a juzgar (a menos que lo subas a Instagram, claro). Lo importante es que mientras garabateas, algo en tu cerebro hace clic y deja de preocuparse por si la nevera está vacía o si deberías haber contestado ese email hace tres semanas.

«Picasso empezó así», dirás. No, no lo hizo, pero al menos tú te ahorrarás la terapia.

Pintar con los dedos: el placer de ensuciarte sin consecuencias legales

La última vez que usaste los dedos para pintar probablemente eras un niño feliz, despreocupado, y con un babero que hacía juego con la decoración de la cocina. Vuelve a ese momento glorioso. Compra pintura acrílica o utiliza lo que encuentres (tinta, acuarela, kétchup si te sientes experimental). Extiende el color por la hoja sin pensar demasiado. No hay reglas. Si alguien te pregunta qué estás haciendo, dile que es “una reflexión visual sobre el impacto del caos en el mundo moderno”.

Y cuando acabes, observa tus manos llenas de colores y recuerda: esto es probablemente lo más único que has hecho hoy sin mirar una pantalla.

Esculpir algo que ni tú mismo entiendes

¿Sabes qué tenía Miguel Ángel que tú no? Bueno, talento, pero aparte de eso, tiempo. Tú no necesitas dedicarle a esto cuatro años y un contrato papal. Agarra cualquier cosa maleable: arcilla, plastilina, el pan de molde que se está quedando duro. Modela algo. Puede ser una taza, un corazón anatómicamente incorrecto o una forma abstracta que decidirás llamar ‘Confusión existencial número 4’. La clave está en que las manos hagan el trabajo mientras la mente se toma unas vacaciones.

Y si el resultado es horrible, ¡felicidades! Ahora eres oficialmente un artista contemporáneo.

Pintar con café frío (o con lo que quede del día anterior)

Dicen que el arte no tiene límites, y eso es especialmente cierto cuando te encuentras un café abandonado que ya ni quieres beberte. Toma un pincel (o un viejo cepillo de dientes, si te sientes aventurero) y saca tu lado más “Leonardo da Vinci con sueño”. La parte zen de todo esto es ver cómo cada gota de café forma manchas que, si las miras con el suficiente empeño, parecen paisajes lunares de ciencia ficción. Por supuesto, también es probable que termines con una alfombra llena de manchas marrones, pero oye, eso le da un toque vintage al salón.

Escribir un poema: ríete del corazón roto, pero hazlo con estilo

No necesitas ser Neruda para escribir algo que remueva emociones (aunque sean las tuyas propias). Empieza con una frase sencilla como: «Hoy me siento como una planta marchita». Y sigue. Juega con las palabras, ríete de tu propia tristeza o conviértela en algo tan dramático que ni una telenovela mexicana podría superarlo.

Al final, tú decides si compartirlo en redes sociales y esperar que alguien diga: «Guau, esto me representa», o quemarlo ceremoniosamente en una cafetera vieja mientras recitas: «Adónde van los sueños rotos».

Montar un mini museo de objetos absurdos

Saca todas esas cosas que guardas por si acaso: una piedra que encontraste en la playa y que según tú se parece a Churchill, una cuchara que sobrevivía a tus desayunos de infancia, o ese peluche mutilado que nadie tiene el valor de tirar. Colócalos sobre una mesa y organízalos como si fueras un curador del MoMA. Escribe etiquetas pomposas: ‘Roca antropomórfica, ca. 2021, autor desconocido’”’ o ‘Cuchara vintage con relación simbólica a la obsolescencia’.

Invita a tus amigos, toma fotos. Al final, te reirás, recordarás que las cosas simples también pueden tener significado y, sobre todo, que eres capaz de crear algo maravilloso con las pequeñeces que otros descartarían.

Reducir el estrés no tiene por qué ser aburrido ni caro. Es más, a veces puede ser tan absurdo que terminas riéndote de ti mismo, que al final es lo más terapéutico de todo. Así que adelante, crea, ensúciate, ¡y no olvides inmortalizar el desastre en redes sociales para el disfrute colectivo!

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *